Pero en un periodo tan delicado como el que estamos atravesando en la actualidad, el programa político se constituye en una herramienta fundamental, en el único compromiso entre el partido (como ente todopoderoso) y los ciudadanos.
En el caso de los dos grandes partidos, ya sabemos por donde van los tiros: frente a un PSOE centrado única y exclusivamente en la imagen de su líder, en explotar las virtudes de éste, sus rasgos físicos (ceja y sonrisa) y reduciendo todo su ideario y proyectos a una sola letra (la Z) nos encontramos un PP que se deja la garganta de sus dirigentes "cantar" las maravillas de su programa (que las tiene) priorizando sus grandes propuestas (lucha contra el terrorismo, rebaja de impuestos y contrato de inmigrantes) y dejando grandes dosis de ilusión en cada uno de sus mítines, haciendo ver que el cambio es posible.
Pero existe otro caso que para mi, creo que ha pasado bastante desapercibido, y que marca un punto de inflexión en treinta años de constitucionalisamo democrático. La propuesta de UPD es histórica, necesaria, factible y viable. Se han atrevido, a diferencia del PP, en proponer abiertamente una reforma constitucional que cierre definitivamente el reparto de competencias y una reforma de la ley electoral capaz de quitar poder a los partidos separatistas que chantajean a su antojo cada cuatro años.
En educación, optan por recuperar la autoridad del profesor en el aula concebido como representante jurídico de la administración y en la universidad, intentan poner orden al sistema de enchufismo y endogamia en el nombramiento de nuesvos profesores.