La grandeza de la dignidad: Aznar con Regina Otaola

Es de destacar actitudes valientes en tiempos viles como los que vivimos, donde las virtudes como el honor y la honra nos suenan a épocas antiguas y muy poco asimilables a la vida de hoy. Pero todavía, de vez en cuando, observamos como existen personas que son ejemplos de una vida entregada a un ideal y a un sacrificio, coherentes en todo momento con él.

Ese caso, y a los hechos me remito, podría ser el del ex presidente del Gobierno José María Aznar, cuyo gesto de visitar y acompañar durante unas horas a la alcaldesa de Lizarza y a los concejales de la corporación municipal, dice bastante de la generosidad, el compromiso y la valentía de la persona en cuestión. Juntos y entre todos, izaron desde el balcón del consistorio la bandera nacional.

De Aznar se podrán decir -se han dicho- muchas cosas. Posiblemente cometiera errores durante sus ocho años de gestión -¿quién no yerra a lo largo de tantos años?- pero de lo que no puede caber la más mínima duda es que en la historia de la democracia en España, jamás hemos tenido un Presidente tan comprometido con unos ideales y tan coherente en sus funciones con ellos mismos.

No quiero que parezca un laudatorio excesivo hacia Aznar -que por otra parte tampoco es que no lo merezca- sino resaltar el gesto del otro día, como símbolo de la resistencia y de la libertad que el ex Presidente representa ante todos aquellos que sufren -como los concejales de Lizarza- la amenaza del terrorismo, el miedo y las agresiones.

Bravo por Aznar.