
Ya se, que ha de encontrar mi libro con cinco géneros de hombres: escrupulosos, malignos, benignos, doctos e idiotas.
A los escrupulosos es imposible contentar: estos viven con perpetuo temor, si es buena lección o si es mala: si son horas bien o mal gastadas las que ocupan en las letras humanas: si el lenguage es o no es casto, si fuera mejor escribirlo en latín (...).
Siguense los malignos y maldicientes, aparejados a pasarnos por ruedas de navajas (...).
(...) ya topará mi libro con gente benigna y buena; con ellos descansará y será su encuentro tan agradable para mí. De éstos me dejaré reprehender, que más vale ser vituperado de los buenos, que alabado de los malos.
Cuando llegue mi libro a los lumbrales de los hombres doctos, desde luego le mando que los salude alegremente y con tres humildes reverencias entre por sus museos, y les diga, que va a registrarse: a renunciar en sus manos mi voluntad; a que los reconozca como verdaderos Aristarcos, y críticos excelentes la examinen, enmienden, quiten (...).
Si acaso (lo que Dios no quiera) diere en las manos de hombres idiotas, y necios, que es peor que en las de ladrones, paciencia, y callar, que alabarme o vituperarme ellos todo es uno; yo los dejo para quien son, cuyo juicio ni me da pena, ni gloria.
NA: He transcrito con el lenguaje de la obra, segunda edición del siglo XVIII.
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