sábado, 14 de abril de 2007

Apuntes sobre la "memoria histórica"

Una de las numerosas contribuciones que el Presidente del Gobierno ha hecho en pro de la convivencia pacífica de los españoles, ha sido sin duda alguna, la recuperación de la llamada memoria histórica.

Una memoria histórica que ha entrado en arena política de la mano de un Zapatero, que arrastrado por sus viejas pasiones republicanas de juventud, y por el recuerdo de un abuelo fusilado, al que nunca conoció, no ha dudado en darle a este asunto un protagonismo principal, característico ya de su legislatura.

Ello ha ocupado durante meses a los principales historiadores y periodistas a escribir columnas casi diarías sobre la Guerra Civil, la II República, Franco, el Movimiento Nacional, la Sección Femenina, la oposición al franquismo, persecución religiosa...de modo que, ojear un periódico, resultaba y resulta todavía, un ejercicio que parece retrotraernos a la España de la posguerra, con tanta esquela de Caído, fusilado por la Libertad, o víctima del fascismo.

Pero, ¿qué se pretende con eso de la memoría histórica realmente? Yo respondería, simple y llanamente, que el objetivo no es otro que el de acabar con la memoría colectiva de una nación através del envenenamiento público, por parte de un Gobierno que pretende reescribir la historia, ajustándola a su particular visión de los hechos, apoyado por una banda de historiadores subvencionados, que son los únicos ya, en atreverse a mantener ciertas tesis y a decir auténticas majaderías, para así de paso, hacerse perdonar sus flirteos con la dictadura franquista, contra la que la mayoría no protestaron, más incluso, colaboraron alegremente.

He ahí la paradoja de todo este proceso: los análisis históricos que llenan espacios en periódicos y libros en estos últimos meses, no se hacen (la gran mayoría) en base a unas fuentes documentales, sino que se proyectan desde el odio, el resentimiento y las ganas de invertir el pasado, acomodándolo al gusto personal de cada uno. Se pretende enjuiciar, envolviendo estos estudios de cierto halo historiográfico, a media nación, y elevar a las alturas a la otra media, provocando una situación en la calle de auténtica división, solo recordada por aquellos que tuvieron la desgracia de vivir aquellos aciagos días de la II República o la Guerra Civil.

No se le puede llamar memoria, pues sólo persiguen la sentencia histórica en una práctica de cinismo, con el que se quiere hacer olvidar el pasado que, por doloroso para muchos, existió y ha de ser estudiado con total objetividad. Un debate serio, sin radicalismos y documentado acerca de nuestra última guerra, sí; pero este espectáculo lamentable de guerra de esquelas, de abuelos rojos y azules o de caudillos que son bajados de su caballo 30 años después de su muerte, queda fuera de todo lugar.

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